Wednesday 1 June 2016

El Brexit

Este mes tenemos el referéndum sobre el Brexit.  Boris Johnson y David Cameron enfrentados y una inmensa campaña de miedo y sinsentidos sobre los peligros de salir de la Unión Europea.  Hasta el punto de dejar a todo el mundo confuso y, a pesar de odiar a la Unión Europea (¿quién no?), con la certeza de que una salida sería la ruina económica, el fin de los derechos humanos, el fin del comercio, incluso el fin de películas como Shaun The Sheep, esta última financiada con algo de dinero europeo. 

Porque el dinero europeo ¿de dónde viene si no es de los propios países?  La versión oficial de las bondades de Europa deja sin explicación el por qué de la diferencia entre clases: los pobres y muchos inmigrantes decantan por la salida. Y hace omiso al hecho de que tiempos atrás el Reino Unido existía fuera de una unión europea y que el largo plazo puede compensar un corto plazo difícil, lo cual es más problemático al revés (piensa en el medio ambiente). 

Y se nos olvida que Johnson y Cameron, ambos conservadores, amigos, colegas de una clase social muy reducida, ex-alumnos de Eton, son ambos parte de un enfoque que esconde con mucha sutileza la banalidad de este referéndum.
Hay otras opciones no contempladas.  Como dice Noam Chomsky, posiblemente el intelectual más lúcido y erudito del mundo occidental, la cuestión Brexit es casi irrelevante. Él opina que es ligeramente mejor que el Reino Unido siga en la Unión, más bien para contrarrestar poder a EE.UU. Pero en cualquier caso el votante no podrá elegir si le gusta la premisa básica de aceptar un sistema neo-liberal, ni siquiera si quiere el TIIP, o si prefiere la escasísima democracia reinante en el Reino Unido, donde los partidos mienten descaradamente sobre sus propósitos antes de las elecciones e incumplen todas sus promesas nada más formar gobierno -bien por falta de soberanía, bien por intereses ajenos-, a la nula democracia de Europa, donde el Parlamento en realidad no decide nada (ni puede) y donde la Comisión, junto con un sinfín de grupos oscuros y no electos, actúa a escondidas y se somete a los intereses de grandes corporaciones y fortunas.  

Algo parecido ocurre en España.  Igual que Barrak Obama, con su campaña de marketing basada en el "Cambio" sin contenido ("Yes, we can!", que resultó ser "No, we can't!"), Pedro Sánchez se autodenomina el cambio, sin explicar qué cambio sería, ni cómo un partido controlado por aquéllos que decididamente no quieren cambio puede traer algo que resolutamente no ha traído en décadas y que no desea traer.  ¿Cómo puede traer cambio un partido que hizo un sprint para pactar con Ciudadanos, imposibilitando así cualquier brisa de aire fresco, apoyando así a una derecha -renovada, eso sí, pero ideológicamente el feroz defensor de los intereses del capital contra los del trabajador.  El PSOE, que ya ha hecho todo lo posible para apoyar al PP en el Senado y hará lo mismo, dentro de unos días, en el Congreso, no puede suponer ningún cambio. Pero, a diferencia de Obama, Sánchez llega de nuevo tarde y su estrategia no le beneficia. Tan alejado del pueblo está el PSOE (autodenominado socialista) como mayores sus votantes.  

Tanto el PSOE como Ciudadanos repiten terminología, ideas y propuestas lanzadas por Podemos, vaciando sus contenidos y hablando un tipo de doublespeak muy propio del 1984 de Orwell, dejándonos con más discurso sobre Venezuela -pero no Méjico, por ejemplo- que sobre España, como si no tuviéramos suficiente materia nacional para ocuparnos.  Por supuesto no entra en el discurso que el gran problema de América Latina, y no sólo Venezuela, es desde hace décadas fruto de las políticas neoliberales de fuera que no la dejan en paz.  

El PSOE y el PP, vieja escuela de lo que fingía ser democracia, ambos llenos de corrupción, aunque parece que el PP más, se juntan con Ciudadanos, que también tiene su financiación ilegal así como un trato comprometido con bancos y grandes corporaciones, para llevar los tres una política conjunta de neoliberalismo, con peleas entre sí sobre las formas y no sobre la sustancia, presentando en realidad un frente común contra el enemigo real de los grandes intereses, Podemos.  Podemos es el único partido grande sin corrupción endémica y sin financiación ilegal (como viene avalado por varias sentencias del Supremo) -y, ¿por qué no decirlo?, sin financiación a gran escala, lo cual dificulta que pueda defenderse contra los ataques del Establishment.  Podemos no es, ni en esencia, radical, aunque la derecha trinchada en sus privilegios lo tacha de ello sin pudor, y Podemos y sus aliados han mostrado tener mucho más criterio y cuidado con el dinero del ciudadano en las ciudades donde se ha hecho con el ayuntamiento.

Como dijo Steve Jobs, donde hay un monopolio, la gente de "producto" es infravalorada y el talento acaba marchándose, ya que la gente de marketing será la más valorada.  Puso el ejemplo de la Pepsi, donde junto con la Coca Cola, todo el esfuerzo se dirige al marketing de un producto poco cambiante. También puso el ejemplo de IBM y Xerox, pioneros en su momento que perdieron mucho cuando al final tuvieron que verse con algunos nuevos productos excelentes de empresas start-up que pusieron todo su empeño en su talentosa gente de producto.  

El PP y el PSOE se han vuelto mediocres.  Tuvieron un monopolio y sus peleas eran puro teatro. Ciudadanos, Podemos y un renovado IU están llamando a su puerta, y los grandes intereses de corporaciones y fortunas empujarán al PP y PSOE a pactar de forma oculta, y luego a hacer lo mismo con Ciudadanos, dándonos el PPSOEC.  Ni el PP ni el PSOE mejorá su imagen y me imagino que firmarán su sentencia de muerte, pero la gente que los dirige no contemplará otra alternativa.  Y espero que algún día, sin duda cuando empecemos a darnos cuenta de lo que es la inmensa deuda que nos dejan estos cuatro años de PP, la población se pregunte por qué es tan bueno el sistema que tenemos.

En nuestro debate paupérrimo, se defiende el capitalismo contra el comunismo, como si hubiéramos visto el comunismo, como si no hubiera otros sistemas, y como si tuviéramos de verdad un sistema capitalista en estos momentos. Hay preguntas que no se hacen pero que se deberían, como:
  • ¿Por qué salvar a los bancos?
  • ¿Por que el estado no pudo tomar control de los bancos si el dinero dado para el rescate era público?
  • ¿Por qué hay socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres?
  • ¿Por qué nos ponemos histéricos si nos enteramos de un pequeño defraudador de ayuda social y no en el caso de un banquero que gana una cantidad obscena, no paga impuestos (ni su empresa), deja su entidad en la ruina y se marcha con una pensión millonaria?
  • ¿Por qué no podían quebrar los bancos, garantizando con dinero público únicamente los depósitos de la ciudadanía?
  • ¿Cómo es que un estado poco endeudado, como el español en 2007, ha acabado con una deuda elevadísima y a todas luces impagable?
  • ¿Por qué una deuda privada, y por tanto no garantizada, ha terminado siendo una pública, sin que los prestamistas hayan tenido que asumir una pérdida?
  • ¿Por qué la idea de un salario social, propuesta seriamente debatida en Suiza, el Reino Unido, Finlandia, Dinamarca, EE.UU..., es tan radical en España? 
Son preguntas que se deberían hacer pero el terreno de discurso está tan ladeado que solo vemos las pocas alternativas que nuestros centros de poder caducados nos permiten. Una lástima.