Tuesday 3 March 2020

El neoliberalismo y por qué no te conviene

El capitalismo es un sistema muy eficaz para transferir los recursos del futuro al presente. La fe musulmana prohíbe cobrar intereses (ribawi) y por tanto es en esencia incompatible con el capitalismo, que crea deuda para, en principio, permitir la inversión en tecnologías que mejorarán la producción.

El capitalismo entendía que el rentista, el que saca su beneficio sin producir nada, es anatema a una economía en condiciones. El neoliberalismo, la lógica evolución del capitalismo, cree que sacar beneficio, de donde sea, es el objetivo legítimo de una economía; la idea de que siempre es bueno el mercado, incluso cuando los super ricos lo trucan, incluso cuando se rescatan con fondos públicos en caso de quiebra, como ocurrió en el 2008, cuando quebraron un sinfín de entidades privadas y, de la noche a la mañana, esa deuda privada se convirtió en pública. Incluso cuando saquean a otros países y asesinan a los que se oponen al saqueo.

El neoliberalismo nos hace creer que el sector financiero es productivo como tal, cuando no lo es: es parasitario. Elimina gran parte del sector realmente productivo, el que fabrica cosas, porque la acumulación de dinero es más difícil y porque hay trabajadores en medio, susceptibles de organizarse. El neoliberalismo usa la acumulación en manos de oligarcas de dinero proveniente de la especulación para crear enormes burbujas que estallan cada 4 a 7 años (lo cual es el tiempo medio de crisis del capitalismo), haciendo inviable una vida decente para una parte significativa de la población, que pierde su casa, su trabajo, su familia, su dignidad y su salud. Usa su acumulación de dinero para comprar poder político para que haya rescates constantes para los ricos y para que no tributen, mientras pagan a un ejército de periodistas y propagandistas para convencernos de que "crean empleo y riqueza". Si prestas atención, verás que no crean empleo, sino esclavitud, y no crean riqueza para la gran, gran mayoría, sino deuda. Y la deuda pública no es otra cosa que la transferencia de la riqueza de generaciones futuras a los bolsillos de las presentes. O, en el caso de gran desigualdad, a los bolsillos de unos cuantos de las presentes.

La deuda de EE.UU está aumentando enormemente. El déficit actual es de un trillón de dólares (¡uno seguido de 18 ceros!), a pesar de que Donald Trump prometió sanear la economía. Es la metodología de todo gobierno de derechas desde hace décadas, sin excepción. El gobierno de Mariano Rajoy llegó al poder con la deuda pública en un 70% de PIB, y 7 años después la dejó en un 98%, acompañada de recortes y la eliminación de incluso los derechos más básicos, emigración de la juventud más preparada de la historia, paro y trabajo basura.

Que no te cuenten que la derecha cuida la economía porque, como explicó uno de los asesores clave de Ronald Reagan (el abuelo del neoliberalismo), la deuda se eleva a propósito de poder justificar la privatización y los recortes sociales. El dinero que se ahorra reduciendo los impuestos de los superricos no trae beneficios para la sociedad en su conjunto, sino deuda.

Para conseguir la de-industrialización de las regiones anteriormente prósperos hacía falta destruir a los sindicatos y toda lucha colectiva. Para mantener el semblante de un estado de bienestar -y digo "semblante" porque, si existe, ¿por qué hay tantos viviendo en la calle?, ¿por qué hace falta que haya bancos de comida?, ¿por qué el metro abre sus puertas por la noche durante las semanas de más frío?, ¿por qué no hay una solución habitacional para los desahuciados y para las víctimas de violencia de género?-, había que sustituir los impuestos que pagaban los ricos por los que mayoritariamente pagan los no ricos, o sea, por impuestos como el IVA, que afectan más a los pobres, quienes acaban pagando un porcentaje mucho más alto de sus ingresos en impuestos.

El libre comercio y globalización con sus mal-nombrados tratados de comercio entre países o bloques económicos son en realidad tratados de derechos del inversor, que elevan los derechos del inversor muy por encima de los del ciudadano, trabajador o medioambiente.

Y para que todo esto funcione así, sifoneando la riqueza del 99% hace el 1% es necesario un bombardeo constante de propaganda, junto con la vigilancia sobre el ciudadano perpetrada por el Estado. Si coges varios medios de comunicación tradicional, verás que el contenido es el mismo, aunque con diferentes palabras. Y ya que ningún joven lee esos medios, intentan legislar sobre el contenido en las redes y en internet, para que sea delito discrepar de la versión oficial.

Se puede discutir sobre derechos de la mujer, inmigración, transgéneros, si el PP, Ciudadanos, Vox o el PSOE, si coches híbridos, si energía nuclear, si Google o Facebook... ¡cuanto más, mejor! Pero no conseguirás ningún oyente o lector si hablas de clase, si cuestionas el capitalismo en sí. Gritarán por encima de ti, todos aquellos que NO han leído a Marx, todos aquellos que no han experimentado nada que no sea el capitalismo en sus distintas formas, gritarán: ¡Rusia!, ¡China!, ¡Venezuela!, ¡Cuba! -este último, país pequeño y pobre, asediado económica y violentamente por su vecino poderoso y matón, rodeado de países intervenidos por EE.UU. en los cuales las escuadras de la muerte, el robo de bebés, la tortura y eliminación de sus disidentes, la destrucción de sus economías, la creación de una desigualdad abrumante y el saqueo de sus recursos se han llevado a cabo con total impunidad, y sin que despierten el interés de nadie. Ese país pequeño goza de los mejores médicos del mundo, una larga expectativa de vida (mayor que en EE.UU.) y una de las tasas de analfabetismo más bajas (menor que la de EE.UU).

Permitir la acumulación de riqueza, nos cuentan, no es malo porque tú también podrás ser uno de esos ricos. Dejando de lado el absurdo de la idea de que podamos todos ser multi-milionarios (si fuera así, ¿cuánto valdría nuestro dinero si nadie lo necesitara?), esa oligarquía siente auténtico desprecio hacia el resto y, a la vez, tiene los recursos económicos para contratar a un ejército de abogados, jueces, propagandistas, periodistas, intelectuales... para convencernos de una manera u otra de que todo siga igual. Una situación de guerra sin fin: no hay creación de riqueza -¡para algunos pocos!- más idónea que la destrucción masiva (piensa en ello); y además las guerras no admiten de auditoría real de gastos ni recuento de víctimas, todo pagado con la austeridad impuesta al 99%.

Y mientras tanto, mientras alcanzamos el juego final del neoliberalismo con su implacable lógica -hacer obsoleto a gran parte de la humanidad con la inteligencia artificial, el destrozo de prácticamente la totalidad de nuestro planeta-, todo ese ejército pagado por la oligarquía nos cuentan una tras otra vez que no hay alternativa. Es mentira.